viernes, 28 de junio de 2013

Cabrahigos, cigüeñas y un pato

Curiosidades de Faro, la capital del Algarve.

Iglesia del Carmen (Igreja do Carmo), para mí la más bonita de la ciudad de Faro, que esconde un pequeño habitante verde en su hermosa fachada.

 Misma fachada anterior.

 
Higuera silvestre o cabrahigo, Ficus carica subsp. rupestris, creciendo entre las piedras de la Iglesia. Si uno piensa en lo improbable que resulta que una semillita como un granito de arena llegue hasta lo alto de la fachada con la defecación de un ave, se introduzca entre las piedras, germine, enraize prácticamente sin tierra y consiga sobrevivir no puede más que admirar la fuerza de la vida.

Iba yo paseando por el muelle de Faro admirando la belleza del Parque Natural da Ria Formosa y de pronto vi otro cabrahigo creciendo con las raíces entre las piedras de este edificio permanentemente humedecidas por el agua marina.

 Resulta admirable la capacidad de adaptación de las higueras. La pequeña higuerita asilvestrada no parecía tener ningún problema para absorber el agua salada y nutrirse con los minerales disueltos en el Océano Atlántico, sin que le afectase en absoluto la alta salinidad.

Los edificios de la ciudad de Faro son muy bonitos. Predominan las fachadas blancas y los tejados marrones de tejas romanas. En los más altos tienen su nido numerosas parejas de cigüeñas, Ciconia ciconia.

 Fachada del edificio anterior situado en la Plaza del Carmen (Largo do Carmo) con su respectiva parejita de cigüeñas en lo alto de la torre.

Detalle del nido y sus dos inquilinos.

Igreja Ortodoxa russa, situada entre la Rua General Teofilo da Trindade y la Plaza de San Luís (Largo de Sâo Luis).

En la cúpula del pequeño campanario una pareja de cigüeñas ha construido su nido.

No sé si vosotros sois capaces de distinguir el macho de la hembra. A mí me resulta imposible.

Aquí las podéis ver con más detalle.

Cuatro nidos de cigüeña, uno a la izquierda sobre una chimenea y tres sobre la estructura metálica de una antena.

Pareja de cigüeñas sobre la chimenea de la imagen anterior.

Los tres nidos construidos sobre la estructura de la antena.

Nido de cigüeñas sobre otro edificio.

Cigüeña soltera o viuda sobre una cruz.

Y para acabar un entrañable pato mudo argentino, Cairina moschata, que se paseaba entre las mesas de este bar recibiendo las atenciones y caricias de los clientes, sobretodo de este señor que parecía conocerlo bien.

El pato se dejaba acariciar como si fuera un gatito.



domingo, 16 de junio de 2013

Injerto de Castaño sobre Encina

Hace tres meses os mostré lo que parecía un milagro: una castaña germinada injertada sobre una encina. Hoy quiero compartir con vosotros otro pequeño milagro: un injerto de una estaquita de castaño sobre la misma encina. Ya que en el otro artículo varias personas me preguntaron el motivo por el que realizo este injerto interespecífico entre Castanea sativa y Quercus ilex, lo voy a explicar ahora. El castaño no soporta la tierra calcárea y arcillosa ni los largos meses de sequía de Mallorca. Durante más de cuarenta años he plantado numerosos castaños, y todos sin excepción han muerto fulminados con las raíces literalmente quemadas por la cal de la tierra mallorquina. Toda mi vida me ha hecho ilusión tener un gran castaño como los que vi en Galicia, en Extremadura y en las faldas del Pico del Teide de Tenerife, pero todavía no lo he conseguido, bueno, miento, ahora sí parece que se está haciendo realidad mi sueño.

El pasado día 9 de marzo asistí como uno más a un taller sobre injertos en el Parque Natural de Mondragó. El encargado del evento fue un injertador profesional de mi misma edad que me impresionó gratamente por su maestría y sus muchos conocimientos. Algunos de los métodos que explicó ya los conocía, otros eran nuevos para mí, como el que al día siguiente quise probar en mi jardín en la misma encina sobre la que había conseguido que agarrase una castaña germinada. El método podría llamarse Injerto de Corona con lengüeta. Como veis en la imagen se trata de cortar una rama o el tallo de una encina joven con la corteza todavía tierna y maleable como si quisiéramos practicar un injerto clásico de corona.  Tras eliminar pues todo el ramaje, con un cuchillo de injertar bien afilado se realizan dos cortes paralelos hasta llegar al cambium subcortical tierno, blanco y jugoso, que es la única parte del árbol que crece, hacia fuera dando lugar al floema o corteza y hacia dentro al xilema o madera. La anchura de la lengüeta debe ser exactamente igual al diámetro de la púa o estaca. Dejamos la lengüeta sin despegar y procedemos a preparar la púa o estaca.

Como no tenía ningún castaño adulto, sólo pequeños arbolitos de un año en macetas, aproveché los extremos de los más vigorosos para usarlos como púas.

 El primer paso es rebajar en bisel un lado de la púa.

Detalle del corte en bisel anterior.

 En el otro lado de la púa se realiza un corte más pequeño como si fuera la boquilla de una flauta.

 Sin perder tiempo, para evitar que la herida de la púa se seque u oxide, se despega la lengüeta del patrón y se introduce la estaca o púa por el lado biselado más largo, de manera que contacte íntimamente con el cambium del patrón. El pequeño corte en flauta queda en contacto con la cara interna de la corteza de la lengüeta, aumentando así la superficie de contacto y las probabilidades de éxito. Cuando las células del cambium de la encina empiezan a multiplicarse para curar la herida se encuentran con las células de la púa del castaño que también intentan hacer lo mismo y al estar fuertemente atados y en íntimo contacto, las células de ambas especies se entremezclan en su crecimiento cicatrizante y se produce la unión.

Como os decía al principio el injertador profesional sabía trucos muy interesantes. Uno de ellos consistía en rodear el injerto con una cinta de plástico antes de proceder a la atadura. Yo quise hacer la prueba y utilicé plástico en la mitad de los diez injertos que realicé sobre las ramas de la joven encina y en los otros cinco me limité a atar el injerto con rafia verde.

Tras la atadura en ambos casos embadurné el corte del patrón con mastic de injertar y el extremo de la púa en los casos en que la había recortado para que no fuera tan larga. Seguramente os estáis preguntando cuál de los dos métodos tuvo más éxito. Pues la verdad es que de los diez injertos sólo agarró uno y fue precisamente uno de los cinco en que no había utilizado cinta de plástico, sólo la atadura simple con rafia.

 Y aquí tenéis el resultado. Esta fotografía la tomé hace unos 15 días. Como veis, tras desatar la atadura de rafia para que no estrangulase la púa en su crecimiento en grosor, le até un pequeño tutor para evitar que un golpe de viento arrancase el injerto de cuajo.

En estos últimos 15 días el brote de la estaca ha crecido mucho y se ha ramificado echando un pequeño brote lateral. En el video que viene a continuación, que he grabado esta tarde a puesta de sol, se ve la encina con el injerto de castaña germinada en la rama de la izquierda y el injerto de Corona con lengüeta en la rama de la derecha. Eliminé las demás ramas donde habían fracasado los injertos. El tronco y las dos ramas de la encina están rodeadas por tiras de saco de maiz con dos finalidades: por un lado evita que el sol queme la corteza del tronco y las ramas al no tener todavía la protección natural de las hojas de la copa y por otro lado evita que la encina eche cientos de brotes propios, obligándola a destinar toda la savia a los dos injertos de castaño. Podréis observar también que el injerto de castaña germinada de la izquierda tiene la mayoría de hojas con la punta seca. Se debe a que la unión con la encina es tan pequeña, tal vez de sólo uno o dos milímetros, que la savia que le llega al injerto no es suficiente para alimentar todas las hojas. Confío en que con el paso del tiempo la unión se vaya agrandando y el crecimiento del injerto se haga cada vez más vigoroso. También podréis observar que hay varios brotes de encina en el extremo de cada rama. No los quito para que hagan de tira-savias, es decir, para que atraigan agua y nutrientes hacia los extremos de las ramas donde están los injertos. Cuando éstos sean bien vigorosos, arrancaré los brotes, y la encina se habrá convertido en un castaño. El video, al igual que las fotos, echa mucho que desear, pero creo que se ve lo suficientemente bien para comprender el proceso.


Si todo va bien, en enero o febrero del año que viene o el siguiente visitaré algún castañar maduro de la Península con la intención de conseguir estacas adultas de castaño de buena calidad para injertar con ellas los dos injertos de este año. Si no lo hiciera así, al proceder ambos de castaños de uno o dos años, tardarían de 20 a 30 años en dar las primeras castañas. Como nos ocurre a nosotros los humanos, los castaños también tienen una niñez, una adolescencia, una juventud, una adultez y una senectud. Deberé pues injertar los dos injertos-bebé de este año con yemas o púas adultas para obtener castañas antes de volverme demasiado viejo para verlo.


 ¡Deseadme suerte con mis experimentos, amigos!.

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Edito la entrada 18 días después. Mirad qué vigor y qué hojas más grandes.

La brotación del injerto ya mide más de medio metro. Mi amigo Rafael ha venido a verlo esta tarde. Él mide unos 170 cms. Comparad su talla con el injerto y os haréis una idea.

Edito la entrada un año después, día 18 de julio de 2014. 

Mirad que preciosidad de brotes. Miden unos 130 cms, y eso que antes de la brotación primaveral les recorté dos palmos para que los fuertes vientos de la primavera no me los arrancasen de cuajo. Las hojas son enormes, algunas miden más de 30 cms. Se ve que el pie de encina les da mucha fuerza.

Edito la entrada 22 meses después, día 10 de mayo de 2016. 

El Castaño-Encina ya tiene la copa formada con  dos ramas principales y seis secundarias. Empezó su tercera brotación hace unas semanas y ya presenta incipientes inflorescencias masculinas.


La copa con las yemas en plena brotación.

El punto de unión castaño-encina.

Este injerto al tercer año murió. Tras una brotación primaveral menos vigorosa que en años anteriores de pronto se secó, como si la encina se negase a alimentarlo. 

 Injerto con las hojas secas el día 21 de agosto de 2016.

 Detalle de las hojas secas.

Tras arrancarlo rompí el punto de unión del injerto de castaño con la encina. Fue muy fácil separarlos. Se había formado una fina capa de tejido suberoso de dehiscencia, semejante al que se forma en otoño en las hojas de los árboles caducifolios antes de su caida, que bloqueaba el paso de la savia del patrón hacia el injerto. Ésta es la manera que tienen los patrones de rechazar a los injertos incompatibles.

Mi sueño no pudo continuar, pero fue bonito mientras duró.


domingo, 9 de junio de 2013

Euphorbia pulcherrima de la ciudad de Faro

La planta más espectacular de la capital del Algarve

El día anterior circulando por la ciudad portuguesa de Faro en mi coche de alquiler había visto un letrero indicativo del Mercado Municipal. Desde niño siempre me han gustado los mercados de las grandes ciudades. Cuando con seis o siete años iba con mis padres a Palma, la ciudad más grande de la isla de Mallorca, si nos sobraba el tiempo antes de coger el tren de vuelta a mi pequeño pueblo natal, solíamos ir a pasear por el mercado municipal de la Plaça de l'Olivar. Con mi manita asía los grandes dedos de mi padre o de mi madre y mis ojos de niño miraban alucinados las maravillas expuestas en los puestos de pescados y mariscos, frutas y verduras, carnes y embutidos. Aquellos fuertes olores, aquellas extrañas y coloridas mercancías, aquel bullicio de gente, aquellos reclamos en voz alta de los vendedores quedaron grabados para siempre en mis neuronas como algo entrañable de mi infancia. Así que aquella mañana, antes de coger el coche para hacer una nueva excursión botánica por los campos y cerros que circundan la ciudad de Faro, me encaminé a pie desde el hotel por la Rua General Teófilo da Trindade hacia el mercado municipal.

Unos cien metros antes de llegar me llamó la atención una mancha roja que sin duda era una planta florida. Por suerte había cogido mi cámara Canon cuyo pequeño tamaño me permite llevarla en el bolsillo del pantalón. ¡Uauu, qué bonita! - exclamé al contemplar aquellas llamaradas de sangre y fuego a pleno sol. No me lo podía creer, una Euphorbia pulcherrima de México, la típica flor de Navidad, en plena floración a mediados de mayo. ¿Sería una mutante o un cultivar seleccionado para florecer cuatro meses más tarde de lo normal? La planta era enorme con más de tres metros de altura. Justo al lado de la euphorbia había un paso de peatones con un semáforo y media docena de coches parados esperando que se encendiera la luz verde. Yo había sacado la cámara y le hacía fotos a aquella maravilla. Mi sexto sentido, lo que algunos llaman el tercer ojo, me avisó que tenía detrás dos docenas de ojos mirándome. Me dí la vuelta y efectivamente, los conductores y sus acompañantes me miraban como a un bicho raro o más bien como a un turista excéntrico (creo que soy las dos cosas). Pasé de ellos y seguí sacándole fotos de cerca y de lejos a aquella fantástica planta americana.

Las brácteas rojas que rodeaban las flores amarillas medían unos 15 centímetros. Una pasada de bonitas, ¿verdad? (Recomiendo ampliar las fotos con un doble click)

Esta inflorescencia incluyendo las brácteas medía más de 30 centímetros, realmente enorme y espectacular bajo la intensa luz del sol algarvense.

Como ocurre en todas las euphorbias, las flores verdaderas no tienen pétalos. Las llamativas brácteas rojas los sustituyen y realizan su función de llamar la atención a los insectos polinizadores, que acuden golosos a alimentarse del rico néctar segregado por los nectarios.

Esta pequeña estructura es la verdadera flor, lo que los botánicos llaman pseudanto o ciatio hermafrodita (conjunto formado por una única flor femenina reducida a un ovario sin pétalos rodeada por varias flores masculinas también sin pétalos reducidas a simples estambres), típico de todas las Euphorbiaceae. Vemos el ovario trilocular de color marrón-verdoso con los seis estigmas femeninos en su extremo de un intenso color rojo (dos estigmas por cada uno de los tres estilos parcialmente soldados por su base) que parecen un pequeño pulpo. Están cubiertos de una sustancia pegajosa y su función es recoger los granos de polen transportados por los insectos polinizadores pegados a sus cuerpos desde otras flores. Por detrás, rodeando el ovario, vemos los estambres rojos cada uno de ellos con una antera amarilla en su extremo cargada de polen. Más atrás se ve una especie de labios anaranjados que son la abertura del nectario (uno por cada pseudanto), donde los insectos introducen su trompa o su aparato bucal para absorber el néctar. Esta abertura al mismo tiempo sirve a la flor para emitir las sustancias aromáticas o fitoferomonas que atraen a los insectos.

Como ocurre en la mayoría de plantas con flores hermafroditas la floración de la Euphorbia pulcherrima tiene dos fases estratégicamente separadas para evitar la autopolinización. Es lo que los botánicos llaman Protoginia o Proteroginia (del griego protos = antes o anterior y giné = hembra), es decir, que florece en primer lugar en fase femenina, madurando los estigmas femeninos receptivos del polen y cuando el ovario detecta que ya ha sido fecundado por el polen de otra planta cierra los estigmas que se mústian y secan y madura los estambres masculinos con una llamativa antera amarilla cargada de polen en su extremo. El nectario también se abre o cierra siguiendo las dos fases de la floración. Cuando el pseudanto entra en fase femenina los labios del nectario se abren, exhalan un delicioso perfume de fitoferomonas que atrae a los insectos polinizadores y a la vez segrega una gotita de néctar para premiarles por su imprescindible colaboración. Cuando el ovario ya ha sido fecundado los labios del nectario se cierran herméticamente hasta que las anteras de los estambres están maduras y cargadas de polen, momento en que el nectario se vuelve a abrir y se repite la emisión de fitoferomonas y la secreción de una gotita de rico néctar.

 Cuando un grano de polen se pega a la rama de un estigma, germina como si fuera una semilla, perfora su superficie e introduce un largo tubo como una fina raiz hasta uno de los tres compartimentos del ovario. Allí el tubito actúa como una jeringuilla que penetra en el interior de un óvulo y le inyecta el medio genoma aportado por el polen que se fusionará con el medio genoma del óvulo y ambos darán lugar a un genoma completo. El óvulo se transformará en un huevo fecundado y tras una serie de mitosis madurará hasta convertirse en una semilla viable de esta maravillosa planta mexicana.


domingo, 2 de junio de 2013

La Flora del Fin de Europa

Cabo de Sâo Vicente, un Paraíso Terrenal intacto.

Si, amigos, no lo habéis leido mal. Al contemplar por primera vez este lugar fantástico uno tiene la sensación de que allí se acaba Europa. Es una larga punta de tierra, un descomunal cuchillo de roca que se adentra en el Océano Atlántico para morir entre sus aguas de un intenso azul marino bajo un maravilloso e inmaculado cielo celeste.

Vertiginosos y espectaculares acantilados del Cabo de Sâo Vicente, la punta de Europa, con sus estratos rocosos erosionados durante millones de años por las olas atlánticas, que de tanto en cuanto se embravecen y roen cientos de toneladas de tierra europea que el océano se traga para siempre. (Recomiendo ampliar ésta y las siguientes fotos con un doble click para apreciar mejor toda su belleza).

Tuve que parar en la cuneta. Mi afición por las plantas me obligó a hacerlo. Aquella vegetación exuberante, aquel mar verde salpicado de flores, aquella concentración brutal de biodiversidad peinada por un fuerte viento persistente era como una inmensa alfombra multicolor que me atrajo como un imán. Acababa de llegar al último tramo de la carretera que lleva al Faro de Sâo Vicente, el más occidental del Continente Europeo. Tras parar en el último cruce después de un largo viaje a través del Algarve, desde la ciudad de Faro hasta Sagres, giré hacia la derecha y allí, a cada lado de la carretera, empezó una de las vegetaciones naturales más exuberantes, antiguas e intactas que he visto en mi vida.
 
Tuve la sensación de encontrarme ante algo muy primitivo, un fósil viviente verde que había permanecido invariable durante millones de años, una especie de tundra ártica relicta sin ningún árbol. Los arbustos más altos eran los lentiscos, Pistacia lentiscus. En la imagen se aprecia la exuberancia de esta vegetación antediluviana, cuyas plantas ocupan el suelo con avaricia sin dejar ni un milímetro sin aprovechar, exceptuando las zonas con poca tierra con las rocas a flor del suelo. Se pueden ver los bellísimos cojinetes de monja de la leguminosa endémica Ulex erinaceus, rodeados de inflorescencias amarillas de Helichrysum stoechas y alguna matita cubierta de florecillas rosadas del también endémico Thymus camphoratus. (Los endemismos están resaltados en azul).

Este lentisco me pareció la planta más alta. El azote incesante del viento le había dado una forma aplanada como si lo hubiera recortado un jardinero. Abajo se ve un Thymus camphoratus, las flores amarillas de varias Pulicaria odora y un cojinete de monja de Ulex erinaceus.

Las coscojas, Quercus coccifera, también alcanzaban hasta un metro de altura.

Aquí vemos una zona con muy poca tierra sobre la que sólo crecen algunos Asteriscus maritimus diminutos con sus florecillas amarillas, algunos Thymus camphoratus y unos cuantos Helichrysum stoechas, rodeados de cojinetes de monja de Ulex erinaceus y al fondo un par de ejemplares de la cistácea endémica Cistus palhinhae con sus llamativas flores blancas.

Magnífico cojinete de monja de Ulex erinaceus que en su crecimiento ha ido empujando y cubriendo parcialmente un ejemplar de Thymus camphoratus que estaba cubierto de flores de un intenso color rosado.

Espinas de Ulex erinaceus que lo defienden de la depredación de los animales herbívoros.

Una de las últimas flores de Ulex erinaceus, que florece a principios de la primavera y a mediados de mayo ya estaba finalizando la floración. 

Bellísima fotografía llena de color en la que se ve en primer plano un ejemplar florido de Cistus crispus y unos cuantos cojinetes de Ulex erinaceus rodeados de Thymus camphoratus.

Magnífico Thymus camphoratus en plena floración. Toda la planta desprende un delicioso aroma a tomillo. Mientras hacía las fotos paró un coche en la cuneta del que se bajó un joven con unas tijeras de podar. Sin importarle lo más mínimo mi presencia cortó a ras del suelo varios Thymus camphoratus y se los llevó. Este endemismo algarvense está protegido por la ley en el ámbito de la Red Natura 2000.

Florecillas de Thymus camphoratus vistas de cerca. Abajo a la derecha se distinguen las espinas de un cojinete de Ulex erinaceus.

Helichrysum stoechas con sus inflorescencias amarillas.

Cistus palhinhae endémico del Algarve, muy parecido al Cistus ladanifer.

Joven Cistus palhinhae con su primera flor.

 Bellísima flor de un blanco inmaculado de Cistus palhinhae con la parte proximal de los pétalos manchada de amarillo.

Otra flor de Cistus palhinhae con un diminuto insecto de la familia Oedemeridae. (Clasificado por los expertos del Insectarium de Biodiversidad Virtual).

 Hojas brillantes y muy pegajosas de Cistus palhinhae con algunos frutos a medio madurar.

Imagen en la que se ve un Juniperus phoenicea subsp. turbinata creciendo pegado al suelo para resistir el incesante viento que sopla en este remoto lugar de la Península Ibérica. Entre sus ramas crece un Helichrysum stoechas, a su izquierda dos ejemplares de Cistus palhinhae y a su alrededor numerosos Asteriscus maritimus con sus flores amarillas mirando al sol que les da la vida.

Acantilado con numerosos Juniperus phoenicea subsp. turbinata aplastados contra el suelo para resistir el viento. Llama la atención la mancha azul turquesa del agua que podría ser una zona rocosa de poca profundidad.

Continuación del acantilado anterior.

 Misma mancha azul turquesa anterior y los Juniperus phoenicea subsp. turbinata.

Varios Asteriscus maritimus con sus tallos leñosos.

Otro ejemplar de Asteriscus maritimus con sus hojas pilosas y su flor amarilla con arañitas rojas del género Leptus de la familia Erythraeidae. (Identificadas por los expertos del Insectarium de Biodiversidad Virtual).

Detalle de las hojas y la flor con las arañitas rojas del Asteriscus maritimus anterior.

 
Cistus crispus con flores de un intenso color rosado, rodeado de Thymus camphoratus, Ulex erinaceus y unas cuantas Pulicaria odora con sus flores amarillas.

Flor de Cistus crispus con un ejemplar de Helichrysum stoechas en su parte posterior y hojas de Cistus palhinhae arriba a la izquierda.

Luminosa flor de Cistus crispus.

Tallo de Cistus crispus con sus hojas onduladas y una flor en su extremo vista de lado.

Detalle de las hojas onduladas de Cistus crispus.

Estas florecillas de Anagallis monelli eran como manchitas de cielo sobre el suelo arenoso. Me llamó la atención su gran tamaño pues son más grandes que las de la Anagallis arvensis.

Esta Anagallis monelli crecía emparejada con una Iberis procumbens subsp. microcarpa. La combinación de ambas flores era extraordinariamente estética, como una joya viva, un broche de lujo para el mejor de los vestidos de una colección de alta costura.

Iberis procumbens subsp. microcarpa magullada por el azote incesante del viento.

Las inflorescencias blancas con un ligero tinte rosado de la Iberis procumbens subsp. microcarpa son muy llamativas. Desde lejos parecen copos de nieve.

Detalle de una inflorescencia de Iberis procumbens subsp. microcarpa.

Cistus salviifolius con sus hojas aplicadas al suelo para poder soportar el fuerte viento.

 Flor de Cistus salviifolius con su escarabajito polinizador del género Chasmatopterus. (Identificado por los expertos del Insectarium de Biodiversidad Virtual).

Hojas de Cistus salviifolius que en este lugar tan seco y soleado batido por un incesante viento son más pequeñas, redondeadas y velludas que en hábitats más sombreados y menos ventosos.

¡Uauuuu!, exclamé al ver estas extrañas inflorescencias casi negras de la especie Orobanche foetida. Esta planta parásita fue tal vez la que más me impactó de la flora de la Costa Vicentina. Algunas de sus inflorescencias superan los 40 centímetros de altura.

Crecen principalmente en las pendientes rocosas más iluminadas de los acantilados donde vive su huesped o víctima parasitada, la leguminosa Ononis ramosissima..

Grupo de Ononis ramosissima parasitadas por Orobanche foetida en el acantilado anterior.

Mi vértigo insuperable y el fuerte viento que me empujaba hacia el acantilado no me permitieron acercarme, pero con el maravilloso invento del Zoom logré sacar esta fotografía.

A ambos lados de la carretera también había numerosas Orobanche foetida, siempre asociadas a su huesped Ononis ramosissima.

 Magnífica estampa con Ononis ramosissima, Orobanche foetida, Thymus camphoratus, Cistus salviifolius y la variedad de flores amarillas de Bartsia trixago.

Varias inflorescencias de Orobanche foetida.

Flores densamente dispuestas sobre el tallo de la larga inflorescencia.

Otra inflorescencia de Orobanche foetida.

Detalle de las flores de Orobanche foetida. 

Llegada al Faro del Cabo de Sâo Vicente. A la derecha había tenderetes de venta de bebidas, café, miel, higos secos, almendras tostadas y garrapiñadas, perritos calientes, souvenirs, camisetas, etc... Yo me compré 100 gramos de almendras tostadas por 1 €, un agua mineral fresquita por 75 céntimos, un perrito caliente alemán por 2´50 € y un café corto por 80 céntimos. Este fue mi almuerzo, que compartí con un perro abandonado que tenía una pata rota, al que le tiré un trozo de perrito caliente y un poco de pan, pero sólo se comió el trozo de salchicha. El pan se lo llevó volando una especie de grajo negro que no supe identificar.

 
Interior del recinto del faro a cuya torre sólo se puede subir los miércoles (la "quarta feira" me dijo una chica que estaba en una especie de oficina de información).

 
Placa informativa del faro.

Centaurea  fraylensis, endémica de la Costa Vicentina del Algarve, creciendo entre los tallos de una Ononis ramosissima.

Bellísima flor de Centaurea  fraylensis, también llamada Centaurea vicentina y Rhaponticoides fraylensis..

Hojas y capítulo con las bracteas espinosas de Centaurea  fraylensis.

Armeria pungens con sus flores de color rosado pálido y sus hojas erectas.

 Delicada inflorescencia de Armeria pungens.

Hojas erectas acabadas en punta fina que le dan el nombre a la especie: "pungens" = punzante.

Esta diminuta umbellífera, Eryngium dilatatum, crece sobre los suelos más pedregosos y secos donde casi no hay tierra y las rocas asoman a flor del suelo. Para su identificación necesité la ayuda de los botánicos de eFlora. Muchas gracias Manuel Becerra, José Luís Benitez y Guillermo Benitez.

Otro Eryngium dilatatum a punto de iniciar la floración a mediados de mayo.

Hojas anchas de Eryngium dilatatum.

La compuesta Pulicaria odora estaba en su momento álgido de la floración. A su lado crece un cojinete de monja de Ulex erinaceus.

Espectacular inflorescencia de Pulicaria odora con su insecto polinizador de la familia Alleculinae. (Clasificado por los expertos del Insectarium de Biodiversidad Virtual)

 Esta leguminosa tiene unas flores que impresionan por su diseño y su belleza cuando se ven de cerca. Se trata de la Onobrychis humilis.

Si ampliais la foto con un doble click, me dareis la razón. Sus flores son bellísimas.

Frutos espinosos de la Onobrychis humilis.

Otra leguminosa que comparte el hábitat costero, ventoso y soleado de la Costa Vicentina es la Anthyllis vulneraria subsp. maura con sus grandes hojas y sus flores rosadas tan bonitas como las de la leguminosa anterior.

Inflorescencia de Anthyllis vulneraria subsp. maura.

¡Qué bonitas!, ¿verdad?

Otra leguminosa que no había visto nunca es esta Erophaca baetica subsp. baetica, sinónimo de Astragalus lusitanicus, con sus enormes frutos que contienen tres o cuatro semillas como altramuces. Tanto las hojas como los frutos son muy venenosos para el ganado y también para el hombre. En la imagen, rodeando esta leguminosa, se pueden distinguir abajo un Cistus salviifolius, a la izquierda un Thymus camphoratus y varios Sedum sediforme, arriba un Helichrysum stoechas y a la derecha un joven Cistus palhinhae y una Ononis ramosissima.

Hojas y frutos de la Erophaca baetica subsp. baetica. A mediados de mayo, cuando hice estas fotos, esta leguminosa ya había finalizado la floración. Sus flores son blancas.

Detalle de los frutos cubiertos por una pilosidad marronácea.

Una planta realmente extraña es esta boraginácea llamada Cerinthe gymnandra subsp. gymnandra.

El fuerte viento me impedía sacarle una buena foto a la flor y tuve que sujetarla. A sólo dos metros había un terrorífico acantilado con una pequeña playa virgen de arena blanquísima y un agua de un fantástico color azul turquesa. Tenía la sensación de que el viento me empujaba hacia el vacío, y mi vértigo me hizo pasar un mal rato. Curiosamente era allí donde había las plantas más bonitas y nuevas para mí.

Acantilado con una riquísima flora en su parte superior.

Detalle de la flor de Cerinthe gymnandra subsp. gymnandra.

Sobre uno de los acantilados había un viejo castillo medio derruido. Entre las piedras de sus muros crecian numerosos Sedum mucizonia como el de la imagen.

Flores y hojas de Sedum mucizonia.

Junto al camino que llevaba al castillo crecía esta gigantesca Bartsia trixago de más de 60 centímetros de altura, ramificada en su parte media. Nunca había visto una Bartsia de flores amarillas, sólo rosadas y albinas. Me pareció una planta espectacular.

Las flores son muy bonitas con un diseño y unos contundentes colores por su intensidad que les confieren una gran belleza.

Esta espectacular umbellífera estaba en plena floración. Se trata de la Thapsia transtagana.

Flores de Thapsia transtagana.

Esta era la hoja más sana de la Thapsia transtagana anterior.

Esta otra umbellífera, la Thapsia villosa, estaba más adelantada y ya tenía los frutos prácticamente maduros. La había visto unos días antes en plena floración en lo alto del Cerro da Cabeça, cerca de la ciudad de Faro.

Esta era la hoja más sana de la Thapsia villosa anterior.

Sus semillas aladas son muy bonitas vistas de cerca.

El sol era tan intenso que no conseguí sacar una buena foto a las numerosas Fumana thymifolia que crecían pegadas al suelo reseco. 

 Aquí y allá, sobre los montículos de arena formados por el viento, llamaban la atención las diminutas flores de la Silene colorata con su bellísimo diseño.

Las flores de la trepadora Lonicera implexa cubrían de color las coscojas y las sabinas.

Flores de Lonicera implexa.

Este bellísimo Antirrhinum cirrhigerum se protegía del viento del norte creciendo en la grieta de esta roca. A su alrededor se pueden ver Asteriscus maritimus, Sedum sediforme, Pistacia lentiscus, Helichrysum stoechas y Ononis ramosissima.

Este otro ejemplar aprovechaba la protección de una frondosa sabina.

 Luminosas y coloridas flores de Antirrhinum cirrhigerum.

Numerosas Malcolmia littorea crecían sobre los montículos de arena fijándolos con sus raíces.

¡Qué bonitas sus flores!, ¿verdad?.

 
Las luminosas flores azules del Xiphion vulgare se asomaban por encima de esta Stipa tenacissima, cuyas hojas filiformes bailaban sin parar siguiendo el ritmo que les marcaba el viento.

El espectacular color azul entre marino y turquesa de la flor del Xiphion vulgare con su típica mancha amarilla completaba el mosaico de colores de aquel paraíso.

Especies botánicas nombradas en este artículo:

-Anagallis monelli
-Anthyllis vulneraria subsp. maura
-Antirrhinum cirrhigerum
-Armeria pungens
-Asteriscus maritimus
-Bartsia trixago
-Centaurea fraylensis
-Cerinthe gymnandra subsp. gymnandra
-Cistus crispus
-Cistus palhinhae
-Cistus salviifolius
-Erophaca baetica subsp. baetica
-Eryngium dilatatum
-Fumana thymifolia
-Iberis procumbens subsp. microcarpa
-Juniperus phoenicea subsp. turbinata
-Lonicera implexa
-Malcolmia littorea
-Onobrychis humilis
-Ononis ramosissima
-Orobanche foetida
-Pistacia lentiscus
-Pulicaria odora 
-Quercus coccifera
-Sedum mucizonia
-Sedum sediforme
-Silene colorata
-Stipa tenacissima
-Thapsia transtagana
-Thapsia villosa
-Thymus camphoratus
-Ulex erinaceus
-Xiphion vulgare

Fuentes para la identificación: (Mi más sincero agradecimiento por su ayuda)

Flora Ibérica
Flora silvestre del Mediterráneo
Flora Vicentina
Forum de botánica eFlora 
Herbario Virtual del Mediterráneo Occidental
Herbarium de Biodiversidad Virtual
Insectarium de Biodiversidad Virtual
Jardim Botânico da Universidade de Trás-os-Montes e Alto Douro
Mural de Flora Ibérica de Valter Jacinto
Plantas e Flores do Areal
Plants and Fruits of Algarve
Sociedade portuguesa de Botánica