jueves, 22 de noviembre de 2012

Cryptomeria japonica, el majestuoso árbol Sugi

Su madre era japonesa y pacífica, ellas son azorianas y atlánticas 

Os estoy hablando de una conífera originaria del Japón, el árbol Sugi, cuya extraordinaria belleza conquistó primero el corazón de los chinos y después el de todos los amantes de los árboles del resto del mundo. Actualmente se cultiva en todos los continentes. Es muy apreciado por los jardineros que han seleccionado numerosas variedades. La más curiosa y más cultivada es la "elegans", arbustiva, de crecimiento lento y con las hojas siempre juveniles que adquieren un llamativo color marrón rojizo durante los meses de otoño e invierno. Pertenece a la família de las Taxodiaceae.

Majestuosas Cryptomerias asilvestradas formando un espeso bosque en la ladera de un volcán de la Isla de Faial del Archipiélago de las Azores. (Recomiendo ampliar las fotos con un doble click para apreciar mejor los detalles).

La Cryptomeria japonica puede alcanzar dimensiones gigantescas. En el Japón hay ejemplares que superan los 70 metros de altura con un diámetro de tronco de 4 metros, casi tan colosales como las famosas Sequoias de California, parientes ancestrales suyas.

Imponentes ejemplares "jóvenes" de árbol Sugi en un claro de un bosque azoriano. 

Paseando por el interior de aquellos bosques tuve la sensación de encontrarme en otro mundo, en otra era geológica, unos cuántos millones de años atrás. Me senté sobre el tronco de un viejo Sugi abatido al suelo por el viento y cerré los ojos. El dulce aroma a tierra buena, sana, húmeda, el impresionante silencio sólo roto por el murmullo de las ramas acariciándose entre ellas columpiadas por una brisa suave y el hechizo del olor a resina de conífera exhalado por las hojas de aquellos gigantes de sangre verde hicieron latir con fuerza mi corazón de felicidad. Si, amigos, aquello era lo más parecido a un paraíso. Por unos segundos me vino a la mente la idea de quedarme allí a pasar mis últimos años de vida, feliz, en paz, rodeado de lo que más quiero, la vida y la naturaleza.

El tronco del árbol Sugi es muy recto. Su querencia por el sol y la competencia por alcanzarlo le hace crecer con fuerza hacia arriba, de forma que las ramas inferiores se secan y autopodan a medida que quedan en penumbra, oscurecidas por las ramas más altas que impiden el paso a los rayos solares. Los ejemplares de la foto medían más de 40 metros.

Los portugueses que poblaron las Islas Azores, hace ahora unos 560 años, encontraron unas islas vírgenes cubiertas por una espesa vegetación casi impenetrable, el primigenio bosque de laurisilva macaronésica. Sobrevolaban aquel paraíso terrenal numerosas aves parecidas a halcones que ellos denominaban "açores" y con este nombre bautizaron a aquellas islas perdidas en medio del Océano Atlántico: Islas Azores, o sea, Islas de Halcones. Con la ayuda del fuego deforestaron las tierras más accesibles de la costa y las laderas de los volcanes y sólo respetaron la vegetación de los lugares más inaccesibles. En las mejores tierras conquistadas a la Laurisilva sembraron cereales, hortalizas y árboles frutales y en las tierras más pobres y pedregosas de las laderas volcánicas sembraron cryptomerias japonesas con la idea de obtener en pocos años madera de buena calidad para construir casas y barcos. El clima y la tierra volcánica azoriana gustaron tanto al árbol Sugi que en pocas décadas lo que había sido una exuberante laurisilva macaronésica fue sustituida por inmensos bosques de bellísimas coníferas japonesas, cuyas semillas fueron conquistando nuevas tierras de una manera espontánea y sustituyendo los árboles que se talaban. Ya no hacía falta resembrar continuamente nuevos vástagos pues el bosque se renovaba solo.

Troncos de Cryptomeria japonica de un metro de diámetro. Las hojas y ramillas caídas sobre el suelo del sotobosque forman una gruesa capa de materia orgánica que se va descomponiendo con la elevada humedad ambiental y se transforma en un riquísimo humus cargado de nutrientes.

La tierra descompuesta gusta mucho a los helechos azorianos que crecen vigorosos en la penumbra del sotobosque de las cryptomerias. Sus frondes nuevas de un metro de longitud resaltan por encima de la mullida cama de hojarasca con su vivo color verde claro. Los helechos más abundantes son precisamente los endémicos Dryopteris azorica y Dryopteris crispifolia. También vi unos cuántos ejemplares de la rarísima Culcita macrocarpa.

La lluvia horizontal tan típica de la Macaronesia aporta diariamente unos cuantos litros de agua dulcísima y crea un ambiente exageradamente húmedo que facilita el crecimiento de centenares de especies de líquenes, musgos y hepáticas sobre la corteza de las cryptomerias. En la imagen se ve un tronco de casi un metro de diámetro con la corteza cubierta por una extensa capa de hepáticas, como si de un vestido verde se tratase.

Hojas adultas de Cryptomeria japonica.

Frutos maduros a principios de mayo tras la dispersión de las semillas.

Hace veinte años compré una pequeña Cryptomeria japonica "elegans" en un vivero de Mallorca. Sólo medía unos 20 centímetros. La sembré en mi jardín en el lugar dejado por un naranjo muerto por el ataque del hongo Armillaria mellea. Los trozos de micelio que quedaron en la tierra después de arrancar el naranjo invadieron el sistema radicular de la pequeña cryptomeria y durante unos 15 años cada otoño salieron setas de Armillaria mellea rodeando su tronco. Yo creía que el hongo acabaría matándola, pero hace cinco años en otoño ya no salieron más setas y todo hace pensar que o bien las raíces se han inmunizado y han matado a la Armillaria mellea atacándola con fitoanticuerpos o bien el hongo se ha convertido en simbiótico y ha formado una asociación mutualista con las raíces de la cryptomeria realizando las funciones de una micorriza. Esta curiosa transformación de un hongo letal para los árboles en un benéfico simbionte ha sido comprobada por los ingenieros forestales en otras especies arbóreas. Sea como fuere mi árbol Sugi está magnífico y crece unos 10 centímetros anuales.

Mi Cryptomeria japonica "elegans" brotando vigorosamente durante la primavera. A diferencia de la variedad silvestre, ésta crece muy poco, tiene un porte arbustivo y presenta todo el año unas hojas juveniles muy blandas, de tacto muy suave, con aspecto de penacho.

La misma cryptomeria durante el invierno. Para protegerse del frío y evitar la congelación las hojas sintetizan antocianos y adquieren un bellísimo color marrón rojizo. Cuando aumentan las temperaturas en primavera, las hojas se vuelven otra vez verdes.

 Misma Cryptomeria "elegans" a mediados de febrero al lado de un avellano silvestre en plena floración nacido en el Pirineo francés hace 27 años.

Flores femeninas de Cryptomeria japonica "elegans" con el detalle de las hojas juveniles todavía rojizas a principios de la primavera.

Flores masculinas cargadas de polen. Las hojas juveniles de esta variedad de jardín parecen agujas pero tienen un tacto muy suave.

El Sugi es el árbol nacional del Japón. Tanto los japoneses como los chinos lo cultivan desde hace muchos siglos junto a los templos donde se pueden ver ejemplares centenarios con unas dimensiones gigantescas. También es considerado un buen árbol forestal productor de madera, la cual es muy aromática, rojiza, ligera, dura y resistente al agua.



7 comentarios:

  1. Joan, que preciosidad, cuanto me gusta tu blog. Besitos. Me quede sin espacio en mi blog ¿Sabes tu algo de eso?

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  2. Muchas gracias, Teresa. Te he contestado en tu blog. Creo que la solución para no quedarte sin espacio es muy sencilla. Un abrazo.

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  3. En la isla hawaiana de Maui, hay impresionantes, e impresentables repoblaciones de esta especie. No obstante, cuando por debajo de 1.000 metros de altitud no queda nada autócton ... da un poco igual. No obstante, al igual que los eucaliptos, reconozco su belleza. En mi pueblo, que tengo casa y donde voy 3-4 domingo al mes, o sea casi todos, anduve mirando para plantar uno, pero los veranos son muy duros y los inviernos más aún. Y tengo un pequeño arboretum en el que voy incorporando cosas, a veces, sobre las bajas.

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  4. Juan José, la belleza de esta conífera la redime de toda culpa. No fue ella quién invadió estas islas, fue llevada allí por el hombre. Practicamente el 99% de las plantas alóctonas invasoras no son culpables del trastorno ecológico que ocasionan. Ellas simplemente hacen lo que cualquier ser vivo, intentar sobrevivir y perpetuar la especie. Erradicarlas en la mayoría de casos es imposible, incluso su erradicación podría causar un trastorno ecológico todavía mayor al dejar la tierra desnuda a merced de la erosión del viento y la lluvia.

    Si te puede servir de algo te puedo decir que mi cryptomeria no sobreviviría a los veranos de Mallorca sin los dos riegos semanales por goteo que le proporciono. El frío si es moderado no es un problema.

    Un saludo

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  5. No obstante, en la latitud de Japón, en la otra orilla del Pacífico: Washington y British Columbia, hay una también interesante comunidad de coníferas comparables al sugi, y por lo visto hay cierta convergencia evolutiva porque las condiciones climáticas son bastante similares.

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  6. Muy interesante, Juan. Un blog verdaderamente atractivo. Enhorabuena.

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  7. Muchas gracias, Ricardo. Me alegro que te guste.

    Un saludo

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