sábado, 24 de septiembre de 2011

Minador de los cítricos: la naturaleza aprendió a controlarlo

Para el  pajarillo mosquitero común sus larvas son un manjar de dioses

El Minador de los cítricos es un insecto de nombre científico Phyllocnistis citrella, que en su fase larvaria vive como parásito bajo la cutícula de las hojas y brotes tiernos de los citricos de cualquier especie, alimentándose de las células vegetales a las que vacía perforando su membrana citoplasmática y sorbiendo su contenido líquido. Excepcionalmente, en ausencia de hojas, también puede parasitar los frutos verdes.

 Minador de los cítricos en el envés de una hoja de mandarino muy afectado a mediados de julio del año 2006. La plaga estaba en el momento álgido de su expansión. Se aprecia como la oruga va con cuidado de no romper la cutícula que le sirve de protección. Avanza despegándola de las células y tras perforar la membrana celular absorbe todo su contenido citoplasmático.

Este fitoparásito es originario del sudeste asiático, donde ha convivido con su huesped, los cítricos, durante millones de años. Debido al auge del comercio e intercambio de plantas y animales a nivel mundial a finales del siglo XX empezó a expandirse hacia Australia, Oriente próximo y África, llegando al sur de la península Ibérica en agosto de 1993, siendo detectado por primera vez en Málaga. En los siguientes meses se fue extendiendo hacia todas las regiones costeras de clima subtropical y mediterráneo de la cuenca mediterránea donde se cultivan cítricos y en el año 1994 llegó a la isla de Mallorca. En el Valle de Sóller, famoso por sus grandes plantaciones de excelentes cítricos, en pocos meses se convirtió en una plaga muy dañina, impidiendo a los árboles renovar sus hojas al destruir los brotes nuevos.

Detalle de la oruga del minador que va dejando tras de si un hilo de defecaciones. En la otra mitad de la hoja se ve otro minador.

 Cuando la oruga alcanza el tamaño adecuado tras pasar por cuatro fases de crecimiento, realiza la última muda y se transforma en pupa, cuya boca en forma de tubo segrega hilos de seda para formar la cámara pupal, en general muy cerca del borde de la hoja. Acabado su trabajo de tejedora, los hilos de seda se secan y retraen, lo cual provoca que la hoja se doble sobre la cámara pupal, quedando así protegida y fuera de la vista de sus depredadores. Unos días después sale el adulto alado y, tras la fecundación, la hembra busca brotes tiernos y pone sus huevos transparentes sobre las futuras hojas que todavía se están formando.

 Cámara pupal ya vacía en septiembre tras la salida del adulto. Se ve bien el borde de la hoja que se dobló hacia dentro para proteger a la ninfa mientras se estaba metamorfoseando.

Las hojas muy afectadas se deforman, la parte comida se seca y el árbol acaba por desprenderse de ellas. Cuando el ataque es muy intenso el cítrico no consigue brotar hojas nuevas y debe sobrevivir con las viejas, es decir, las que ya tenía antes del inicio de la plaga, que aguantan sin caer más tiempo del normal para que el árbol no muera ahogado por falta de hojas, que son sus pulmones y su fábrica de alimento a través de la energía del sol con la fotosíntesis. Cuatro años después del inicio de la plaga muchos árboles estaban prácticamente defoliados, realizando la fotosíntesis a través de la corteza verde de sus tallos más tiernos. Estaban condenados a una muerte segura en dos o tres años.

Los agricultores hortofrutícolas de Sóller se asustaron ante la virulencia de la plaga y buscaron remedios en la Cooperativa. Nadie sabía nada de esta nueva enfermedad de los cítricos. Al principio probaron con insecticidas clásicos, pero no funcionaban, luego llegó de USA un supuesto pesticida específico para este parásito a un precio prohibitivo para la maltrecha economía de subsistencia de la mayoría de agricultores. Se gastaron miles de las entonces pesetas sin ningún resultado. La frustración y la sensación de impotencia fueron muy grandes, hasta el punto que muchos hortelanos se dieron por vencidos y aceptaron perder para siempre sus magníficos naranjos, limoneros, mandarinos y pomelos. Dejaron entonces de fumigar sus cítricos con pesticidas inútiles con la convicción de que en realidad todo había sido un montaje para sacarles el dinero, incluida la súbita aparición e inexplicable expansión fulminante de la plaga de este parásito, como si alguna multinacional estuviera detrás de todo. 

Hojas tiernas del cítrico Severina buxifolia atacado por el minador de los cítricos. En mi jardín pude comprobar como el minador no tenía ninguna preferencia especial por una especie determinada de cítrico, sino que las atacaba a todas por igual siempre que intentaban brotar nuevas hojas. Aparte de los naranjos, limoneros, mandarinos, clementinos, pomelos y la Severina de la foto, también afecta a la Fortunella margarita o Kumquat, a la pampelmusa, a la chironja de Puerto Rico, al cidro "Buddha's hand", a la Atalantia citroides, al citrangequat, al limequat  y al calamondín.

 Hojas del cítrico australiano Microcitrus australasica medio secas tras ser parcialmente comidas por el minador de los cítricos.

Hoja de naranjo "sanguinelli" a mediados de octubre cubierta en su totalidad por el caminito en forma de laberinto dejado por una oruga de minador. Se ve como tras alimentarse de la mitad de la hoja saltó a la otra mitad por encima del nervio central.

Otra hoja de naranjo "sanguinelli" en la que se ve muy bien la cutícula transparente levantada en foma de tienda de campaña y la defecación de la oruga como una larga cuerda que la sigue a medida que se va alimentando.

Detalle del laberinto anterior.

Y llegó entonces el momento de la actuación magistral de la naturaleza. A partir del año 2000, unos 6 años después de su llegada a la isla, la plaga empezó a menguar inexplicablemente, cada primavera había menos brotes afectados, muchas hojas lograban crecer enteras y los cítricos poco a poco se cubrieron de nuevo con un espléndida copa de hojas sanas intensamente verdes.  ¿Qué estaba ocurriendo?

Los científicos de la Universidad de las Islas Baleares junto con los técnicos de la Consejería de Agricultura estudiaron el extraño fenómeno y descubrieron que unos cuantos insectos autóctonos depredadores de otros insectos, como las avispillas Dacnusa sibirica y Diglyphus isaea, habían proliferado exageradamente y se habían especializado en alimentarse del minador de los cítricos. Sin necesidad de los carísimos pesticidas de las multinacionales, la sabiduría de la naturaleza había logrado reducir a unos límites tolerables la plaga del minador. Me alegré mucho al leer esta noticia y también por haber resistido la tentación de comprar insecticidas a multinacionales. En mi jardín no uso pesticidas ni abonos. Me ahorro mucho dinero y mucho trabajo, la tierra está muy sana llena de lombrices, y puedo comer la fruta de mis árboles directamente del árbol, a mordiscos, sin necesidad de pelarla ni lavarla para quitar ningún veneno. La mayoría de "plagas" de mis árboles están perfectamente controladas por la propia naturaleza.


Un día, hace unos siete años, paseando por mi jardín me llamó la atención un pajarillo diminuto, el mosquitero común, de nombre científico Phylloscopus collybita, que saltaba de ramita en ramita sobre un viejo limonero y miraba debajo de cada hoja. (En Mallorca lo llamamos "ullet de bou" = ojito de buey). De tanto en cuanto encontraba una oruguita, la aplastaba un poco con su pequeñísimo pico de insectívoro y se la tragaba como si fuera un manjar delicioso. El animalito rebosaba alegría y realizaba una especie de baile con saltitos y movimientos de la cola cada vez que se tragaba una oruguita. Lo estuve observando durante un buen rato y no parecía molestarle mi presencia, tan absorto estaba en su comilona. Cuando estuvo ahíto de oruguitas se fue volando hasta el abrevadero de las ocas, bebió varios traguitos y desapareció. Sospechando que se había alimentado de larvas de minador, mire debajo de las hojas donde había estado el mosquitero y efectivamente todas tenían la cutícula rota y la larva había desaparecido.

Tras diecisiete años del inicio de la plaga hoy he querido comprobar el estado de los brotes nuevos de los naranjos, limoneros y mandarinos y solo he sido capaz de encontrar dos hojas afectadas. La inteligente actuación de la naturaleza ha sido espectacular, un éxito rotundo.

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Edito esta entrada dia 5 de agosto de 2015 para añadir lo que he observado esta mañana mientras regaba un naranjo que ha brotado vigorosamente en pleno verano y presenta alguna hoja afectada por el minador. Dos avispas muy pequeñas volaban de hoja en hoja buscando las larvas y, cuando encontraban una, rompían la cutícula con los quelíceros de su mandíbula y se comían la diminuta larva. ¡¡¡La naturaleza es sabia!!!

sábado, 17 de septiembre de 2011

Cojinetes de monja: un placer para los faquires

El Myotragus balearicus los esculpió con sus dos incisivos de rata

Cojinete de monja, asiento de monja, asiento de suegra, asiento de pastor, unos nombres muy chocantes para una planta, ¿verdad? Pues así llaman a un conjunto de arbustos, en general de alta montaña y zonas costeras que, a pesar de pertenecer a diferentes famílias botánicas, han evolucionado de una manera convergente y presentan todos ellos una forma redondeada y aplanada con ramillas muy imbricadas provistas de espinas temibles, que los protegen del hocico de los herbívoros: cabras, ovejas, conejos, etc.. Plantas semejantes se encuentran en muchos lugares del mundo, pero en las Islas Baleares son especialmente abundantes tal vez por la extrema aridez del clima mediterráneo, el azote constante de fuertes vientos y la existencia durante millones de años de un herbívoro único, el Myotragus balearicus, que con su ramoneo dió forma a estas curiosas plantas, que se adaptaron a la agresión para poder sobrevivir. En las islas los llamamos "Coixinets de monja", y su nombre tiene un origen hasta cierto punto entrañable para muchas mujeres que ahora rondan los 80 años.

Bellísima imagen de alta montaña mallorquina a unos 1.100 msnm. Los cojinetes de monja dominan los espacios abiertos más expuestos a las radiaciones solares. Aprovechan los suelos más pobres y pedregosos. En la imagen se ven numerosos Astragalus balearicus con algún ejemplar de Teucrium balearicum de color más grisáceo. En ocasiones crecen tan juntos que se superponen. Os recomiendo ampliar ésta y las siguientes fotografías para apreciar mejor su extraña belleza.

Otra imagen de la misma zona de la Serra de Tramuntana de Mallorca. Se ven algunos gamones, Asphodelus aestivus, creciendo entre los cojinetes. Al fondo domina un bosque de alta montaña  mediterránea con Pinus halepensis, Pistacia lentiscus, Juniperus oxycedrus ssp. oxycedrus, Olea europaea var. sylvestris, Quercus ilex ssp. ilex, Ephedra fragilis, Ampelodesmos mauritanica, Asparagus albus, etc...

Esqueleto completo de Myotragus balearicus  en excelente estado de conservación. Se puede ver en el Museo Balear de Ciencias Naturales de Sóller.

El mismo esqueleto visto por el otro lado.

Impresionante calavera que parece mirarnos acusadoramente desde el pasado, para recordarnos que fuimos nosotros quienes acabamos con su especie. Llaman la atención los dos incisivos inferiores de rata, que crecían continuamente a medida que se iban gastando con el ramoneo. La mandíbula inferior es muy robusta, semejante a la de los conejos para poder triturar las coriáceas plantas mediterráneas. Sus grandes ojos tenían una posición frontal lo que hace suponer que tenían una excelente visión estereoscópica. Sus dos cuernos crecían hacia atrás como los de los actuales antílopes.

Incisivos inferiores de roedor del Myotragus balearicus. En el maxilar superior no tenía ningún incisivo, como ocurre con todos los rumiantes, aunque a diferencia de éstos que tienen cuatro incisivos, el Myotragus tenía sólo dos. Para cortar los brotes tiernos los sujetaba entre los dos incisivos y la encía superior muy dura y hacía un movimiento rápido del hocico hacia arriba, tal como lo hacen las cabras actuales. Los molares y premolares inferiores quedaban por dentro de los superiores para triturar mejor el alimento con movimientos laterales de la mandíbula. Todos los rumiantes rumían la hierba de esa manera.

Os preguntaréis: ¿qué és un coixinet (cojinete)? En Mallorca llamamos coixinet al pequeño cojín de la cesta de las costureras usado para clavar las agujas de coser y bordar. De ahí que a estas bellísimas plantas les demos ese nombre, pues su superficie espinosa recuerda a los cojinetes de costurera. ¿Y qué tiene que ver con las monjas? Antes os he mencionado que ese nombre "coixinet de monja" era entrañable para muchas mujeres españolas que ahora rondan los 80 años. El motivo es que antiguamente las niñas, en lugar de ir a la escuela como los niños, iban a COSTURA y las maestras eran monjas que les enseñaban a firmar y a leer las mayúsculas y sobre todo a coser, bordar y tricotar. Con eso consideraban que ya tenían más que suficiente para ser buenas esposas, excelentes madres y eficientes amas de casa. Hasta hace unos 40 años en Mallorca la escuela de las monjas de los pueblos seguía llamándose costura en lugar de escuela. Era el equivalente actual de las guarderías.

Yo fui a "costura" hasta los seis años. Sor Gabriela me enseñó a leer y a escribir, pero no la recuerdo con cariño, no. Más bien todo lo contrario. Era una mujer mala, muy mala. Yo la veía como una torturadora, un ser insensible, sin sentimientos, que disfrutaba maltratando a los niños, lo que hoy en día llamaríamos una psicópata. Me daba unos pellizcos retorcidos dolorosísimos (pessigades de monja), que me hacían llorar un buen rato y me producían cardenales (hematomas) en los brazos y las mejillas. Y todo por escribir demasiado grandes las letras. Los zurdos recibían los mismos castigos por escribir con la mano izquierda, la mano pecaminosa, demoníaca, siniestra, perversa, adyecta, sucia, femenina, traicionera,  innoble, para la religión católica. La otra mano, la derecha, era noble, masculina, limpia, pura, pía, sagrada, y sólo con ella debíamos escribir, santiguarnos, comer...

En esta imagen vemos varios Astragalus balearicus de diferentes tamaños. El suelo es muy pobre con pocos centímetros de grosor y está asentado sobre una base rocosa calcárea. 

Superficie espinosa de un Astragalus balearicus con las hojas típicas de una leguminosa.

 Detalle de las temibles espinas que protegen a este endemismo de Mallorca, Menorca y Cabrera.

Las flores son blancas con un ligero tinte rosado. Las espinas no son ningún obstáculo para las abejas polinizadoras que acuden golosas a libar la diminuta gota de néctar del fondo de cada flor.

Otro abundante cojinete de monja es el Teucrium balearicum, un endemismo tirrénico que vive en Mallorca, Menorca, Cabrera y Cerdeña. Su nombre científico ha sufrido varios cambios en las últimas décadas pues los botánicos no lograban ponerse de acuerdo. En un principio se le llamó Teucrium marum ssp. occidentale y también Teucrium subspinosum var. balearium. Pertenece a la família de las Labiatae.

 Teucrium balearicum con su típico color grisáceo en la alta montaña mallorquina. En su lado derecho hay un pequeño Astragalus balearicus que se ha integrado perfectamente en la estructura redondeada del Teucrium, como si de una simbiosis se tratase. Ambos endemismos comparten el mismo hábitat.

Espinas ramificadas de Teucrium balearicum que sobresalen por encima de las pequeñas hojas a las que protegen.

El Teucrium balearicum es víctima frecuente de una planta parásita, la Cuscuta epihymum, que no tiene raíces propias y vive absorbiendo el agua y los nutrientes directamente de las raíces del Teucrium.

Pequeñísimas flores rosadas del Teucrium balearicum con la forma típica de las Labiatae.

Otro cojinete de monja de la família de las labiadas es el Teucrium subspinosum, un endemismo tirrénico que vive  en Menorca, Cabrera y Cerdeña. Al igual que el Teucrium balearicum, su nombre científico también ha sido motivo de desacuerdo entre los botánicos. Durante años se le ha llamado Teucrium marum ssp. subspinosum, Teucrium marum ssp. spinescens, Teucrium subspinosum ssp. spinescens, etc... Actualmente por fin se han puesto de acuerdo y lo consideran una especie aparte con nombre propio.

Teucrium subspinosum cultivado en el Jardín botánico de Sóller para preservarlo de la extinción. Su número en estado silvestre es muy escaso y su hábitat está continuamente amenazado por la codicia humana.

El Teucrium subspinosum difiere notoriamente del Teucrium balearicum por sus espinas mucho más pequeñas, finas y poco punzantes, de ahí su nombre de subspinosum. Las hojas y flores de ambos endemismos son idénticas. Sus ramillas están menos imbricadas y tiene un aspecto menos compacto. En la foto se ven los frutos maduros tras la dispersión de las semillas a principios de septiembre.

Flores de Teucrium subspinosum en Junio. 

 Falsas espinas del Teucrium subspinosum que son pequeños tallos que van adelgazando hacia la punta.

Un espectacular cojinete de monja que en plena floración parece una bola de oro es el Anthyllis hystrix, endémico de Menorca, de la família de las Leguminosae. A diferencia de los anteriores cojinetes que tienen preferencia por las montañas éste vive en las zonas litorales de Menorca, azotadas permanentemente por los vientos del norte.

Anthyllis histrix a mediados de septiembre en plena estivación, cultivado con éxito en el Jardín botánico de Sóller para preservarlo de la extinción. En primavera su aspecto es completamente diferente, una hermosa combinación del amarillo intenso de las flores y el verde brillante de las hojas.

Hojas y espinas del Anthyllis histrix anterior. Como ocurre en la mayoría de cojinetes, las espinas sobresalen por encima de las hojas.

En esta imagen vemos las temibles espinas ramificadas en forma de cuerno de ciervo sobresaliendo por encima de las hojas que quedan perfectamente protegidas de la depredación de las cabras y ovejas.

El cambio en primavera es espectacular. Las numerosas florecillas amarillas confieren al Anthyllis histrix un hermoso aspecto de bola de oro.

Teniendo en cuenta que todos los cojinetes de las Islas Baleares han evolucionado a lo largo de millones de años para protegerse de sus dos principales enemigos: el viento y la depredación de los herbívoros, todo hace suponer que fueron los dos incisivos inferiores de rata del mítico antílope enano ya extinto, el Myotragus balearicus, endémico de Mallorca, Menorca, Cabrera y Dragonera, los que modelaron su forma redondeada, comiéndose todas las hojas y brotes que sobresalían por encima de las espinas. Este diminuto antílope de no más de 50 centímetros de altura en la cruz, patas muy cortas y deambular lento se extinguió hace unos 4.000 años, coincidiendo con la llegada de los primeros humanos que acabaron con todos los Myotragus en unas cuantas décadas. Su nicho ecológico quedó vacío por pocos años, pues las cabras importadas por los primeros pobladores desde el lejano Mediterráneo oriental le sustituyeron en la depredación de los cojinetes. Unos siglos más tarde llegaron las ovejas que especialmente en la Serra de Tramuntana de Mallorca son explotadas en régimen de semi-libertad y deben buscarse el sustento por su cuenta.

Otro espectacular cojinete de monja es la Femeniasia balearica, un endemismo que al igual que el Anthyllis histrix también es exclusivo de la Isla de Menorca. Pertenece a la gran família de las Compositae. Su hábitat predilecto son las zonas costeras un poco alejadas del mar donde no llegan las salpicaduras de las olas. Éste es quizás uno de los endemismos más importantes de Menorca, ya que tanto el género Femeniasia como la especie balearica son exclusivos de esta bella isla mediterránea que hace 6 millones de años, durante el Mioceno, era la cima de una montaña rodeada de valles resecos y lagos muy salados.

Vieja Femeniasia balearica de unos 25 años de edad cultivada con gran éxito en el Jardín botánico de Sóller para preservarla y mantener una población viable fuera de su hábitat natural. Como todos los cojinetes está protegida por la ley y catalogada en serio peligro de extinción. La foto fué tomada a principios de septiembre con la planta en plena estivación. Su aspecto reseco es engañoso, pues está llena de vida. Con las primeras lluvias del otoño reverdecerá espectacularmente.

Visión lateral de la Femeniasia balearica anterior con sus tallos acabados en temibles espinas.

Visión cercana de los tallos anteriores con un aspecto reseco engañoso, ya que en el extremo de alguno de ellos se ven espinas verdes en crecimiento.

Tallo tierno de Femeniasia balearica a principios de junio. Cada uno de los pequeños brotes acaba en tres espinas divergentes.

Resulta muy curioso que en Ibiza y Formentera, donde no vivió el Myotragus, no exista ninguna planta con aspecto de cojinete de monja, a excepción de la zarzaparrilla endémica que crece en todo el archipiélago y podría haber llegado a las Islas Pitiusas con posterioridad a la extinción del Myotragus a través de semillas transportadas por las aves.

La Femeniasia balearica florece en mayo y junio. Sus flores se abren en el extremo de los tallos y tienen un bonito color amarillo-limón.

Detalle de una flor de Femeniasia balearica vista de lado. Al contrario que las hojas, las flores sobresalen por encima de las espinas para facilitar la polinización por las abejas y abejorros.

Abeja melífera libando el néctar de una flor de Femeniasia balearica a principios de junio.

Tras la fecundación las semillas maduran y a principios del otoño son dispersadas por el viento.

Hojas y semillas de Femeniasia balearica. Las hojas son linear-lanceoladas y tienen una línea blanca en su cara superior. Las semillas están equipadas con unos pelos radiales en forma de aspas de helicóptero que les facilitan el vuelo y su dispersión por el viento a la conquista de nuevos territorios.

Otro cojinete de monja de la família de las compuestas es la Launaea cervicornis, endémica de Mallorca, Menorca y Dragonera. Su nombre  específico hace referencia a sus temibles espinas en forma de cuerno de ciervo (cervicornis). Su hábitat preferido son los acantilados y rocas costeras.

Bellísima Launaea cervicornis a mediados de junio cubierta de flores amarillas como un firmamento lleno de estrellas. Este ejemplar pertenece a la colección de cojinetes de monja endémicos de las Islas Baleares cultivados en las terrazas del Jardín botánico de Sóller para preservarlos de la extinción.

Launaea cervicornis en flor a finales de abril, fotografiada sobre unas rocas litorales en el Cap de Formentor de Mallorca.

Flores de Launaea cervicornis.

Hojas y espinas de Launaea cervicornis.

A veces la distinción entre hojas y espinas no es nada facil, ya que con frecuencia hay muchas formas intermedias. En la imagen se ven bastantes hojas con espinas. Es posible que este fenómeno sea un mecanismo adaptativo para evitar la depredación de sus suculentas hojas por los herbívoros.

En las rocas litorales protegidas de las salpicaduras de las olas vive otro cojinete de monja, el Dorycnium fulgurans, endémico de Mallorca, Menorca y Cabrera. Pertenece a la família de las Leguminosae.

Dorycnium fulgurans cultivado en el Jardín botánico de Sóller. Sus espinas son los extremos de los tallos muy ramificados e imbricados que acaban en punta. Sus pequeñas y escasas hojas son parecidas a las del Dorycnium pentaphyllum.

Extremos espinosos de los tallos de Dorycnium fulgurans.

Visión lateral de la superficie espinosa de este cojinete litoral.

Diminutas flores blanco-rosadas de Dorycnium fulgurans. Este endemismo suele florecer desde mayo hasta agosto. Las flores brotan directamente del tallo, a diferencia del Dorycnium pentaphyllum cuyas flores se abren en el extremo de un pedúnculo.

 Detalle de las diminutas flores del Dorycnium fulgurans. Se ven varias hojas ligeramente carnosas.

Frutos maduros de Dorycnium fulgurans a finales del verano.

En todas las Islas Baleares vive una zarzaparrilla endémica muy espinosa que cuando crece en el suelo adopta la forma de un cojinete de monja. Se trata de la Smilax aspera ssp. balearica. Suele tener pocas hojas o incluso carecer completamente de ellas, realizando la fotosíntesis directamente en los tallos verdosos. Puede vivir desde el nivel del mar hasta la cima de las montañas.

Smilax aspera ssp. balearica en forma de cojinetes de monja creciendo en la alta montaña muy cerca de un embalse.

Smilax aspera ssp. balearica con un ejemplar de la también endémica Pastinaca lucida, fotografiadas en el Cap de Formentor.

Otra zarzaparrilla endémica de las Islas Baleares con su típico aspecto de cojinete espinoso creciendo entre las rocas de un acantilado. Esta planta es un claro ejemplo de evolución convergente: una misma estrategia de supervivencia compartida por distintas especies.

Hojas muy pequeñas y estrechas de Smilax aspera ssp. balearica.

Y para acabar otra planta que se ha adaptado a la depredación de los herbívoros, el endrino o arañón, Prunus spinosa, que cuando vive en la alta montaña y sufre el ramoneo constante de las cabras y ovejas, crece como un cojinete de monja. Pertenece a la família de las Rosaceae.

Prunus spinosa en forma de cojinete de monja creciendo en la alta montaña mallorquina a 1.000 msnm. Sus ramillas mil veces ramoneadas por las cabras y ovejas están muy ramificadas e imbricadas.

Detalle de la superficie del cojinete anterior. Curiosamente no se trata de una subespecie endémica diferente al endrino normal, ya que si se siembran sus semillas nacen endrinos con el aspecto propio de la especie y si se arranca uno de estos cojinetes y se trasplanta a un lugar sin herbívoros crece como un endrino normal con las ramas largas y abiertas y escasamente espinoso.

Quiero acabar este largo artículo con estas hermosas florecillas de Prunus spinosa.

Otra interesante entrada sobre un cojinete de la Península---> Erinacea anthyllis, el cojín de monja azul